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Introducción
Cuando se utiliza el ejercicio
terapéutico se puede utilizar infinidad de metodologías según la disfunción del
movimiento que se tenga, la patología, la persona que tengamos delante, el deporte
que realiza, cómo se lesionó o los objetivos a los que se quiera llegar, como
medida preventiva, etc.
El entrenamiento de la fuerza es
parte fundamental en muchos deportes y es opción de muchísimas personas que
acuden a los gimnasios para cumplir diferentes objetivos y para disfrutar. El
entrenamiento de la fuerza es utilizado por los fisioterapeutas para normalizar
la situación tras una operación, es decir, como parte de la recuperación funcional.
También cuando se produce una disfunción, lesión hay un sinfín de motivos por
el cual se debe utilizar el entrenamiento de la fuerza como parte del
tratamiento, en el momento y bajo
contexto adecuado.
Los fisioterapeutas debemos conocer las bases del entrenamiento de la
fuerza y tener conocimientos sobre las técnicas y metodologías que se utilizan,
por una cuestión muy sencilla; la metodología del entrenamiento o la ausencia
de esta puede ser la causa principal del problema. Hay mucha gente que se
lesiona por culpa de realizar una técnica mal, por entrenar por encima de sus
posibilidades o, todavía más común, por llevar una metodología de entrenamiento
inasumible. Por lo tanto, si no cambiamos esta manera de proceder, por mucho
que normalicemos los síntomas, puede volver a tener recaídas o tener otro tipo
de problemas a medio o largo plazo. Además, lo que queremos es devolver el
paciente a la normalidad, que continúen haciendo lo que les gusta; lo que
realmente es bueno para ellos, siempre que se haga bien. Esa es nuestra faena. No
hacerle más rápido, más fuerte, eso es trabajo de los profesionales de ciencias
de la actividad física y deporte. Mientras se consideren pacientes, nuestra
función es progresivamente que pueda volver a hacer el movimiento que no puede hacer
y cambiar algunas cosas que les condujeron al fracaso.
Para llegar a realizar un
entrenamiento de fuerza puede que haya que recorrer un camino previo, según
cada caso. Puede que el fisioterapeuta observe un patrón del movimiento inadecuado
y haya que corregirlo. Para el paciente el fin es entrenar como antes y para
llegar a ese fin hay que trabajar otras cosas previamente.
Utilizar el entrenamiento para
ganar fuerza o ganar masa muscular en algunos casos es evidente. Tiene una
lesión que ha llevado a debilidad o pérdida de masa muscular y una vez el
tejido se ha estabilizado hay que recuperarse. Puede haber sido operado, lo que
conlleva un tratamiento post-quirúrgico. Volver a la normalidad con ejercicios
de coordinación, equilibrio, fuerza, etc. Pero no es tan común valorar qué hace
nuestro paciente en el gimnasio para poder relacionarlo con su problema como
causa directa o causa concomitante o perpetuador del problema. Cómo sabemos si la
metodología del entrenamiento es el responsable, o si realmente el problema
está directamente relacionado con el ejercicio. Como siempre hay que razonar.
Hay casos evidentes, y otros no tanto. Podemos, en algunos casos, realizar una
pedagogía a personas cuyo problema no es por ese motivo, pero cuya enseñanza
está totalmente justificada una vez valorado qué hace para entrenar y siempre
teniendo en cuenta que su objetivo es volver a entrenar. Hay que tener muy
claro cuáles son los objetivos del paciente.
Evidentemente cuando explico todo
esto de la pedagogía del entrenamiento no digo que no se haga un tratamiento.
Primero hay que reducir o eliminar la molestia, modular el dolor, o dar tiempo
a que los tejidos, si hay lesión de tejidos, se normalice.
Existe un gran número de personas
que experimentan una disfunción que no le permite disfrutar del entrenamiento, les
limita e incluso les impide seguir entrenando. Les produce un gran estrés, cosa
que causa mucho malestar y preocupación. Habitualmente, cuando una persona
sufre molestia inician un tiempo de “recuperación”, no realizando el ejercicio
que piensan que les lesionó, o bajando su intensidad, en muchos casos remite
los síntomas y continúan realizando la misma metodología de entrenamiento, que
es lo que, en la gran mayoría de los casos, les lesionó. En otras ocasiones la
molestia no desaparece y, en el caso de poder permitírselo, es cuando acuden a
nosotros. Lo peor de todo es que entran en un círculo que les lleva a un dolor cronificado
y de difícil solución. Estamos hablando de personas mal asesoradas (por “profesionales”
mal cualificados) o que directamente no son asesorados y entrenan según les ha
contado un amigo, o han leído por internet.
En definitiva, hay un número de
personas que sufren una disfunción por seguir una mala metodología, por no
seguir ninguna metodología, por realizar mal los ejercicios, por realizar
ejercicios no recomendables a la intensidad en la que lo trabajan, utilizar
intensidades inapropiadas, no descansar lo suficiente, etc. El trabajo más
importante del fisioterapeuta en estos casos es la pedagogía. Es muy complicado
tener un paciente a tu disposición y realizar los ejercicios y las
progresiones. Por este motivo defiendo la posibilidad de realizar una pedagogía
potente y de calidad, donde le das unas pautas al paciente para poder medir
todo lo que hace, plasmarlo y darle pautas para saber progresar. Debemos
identificar al paciente que necesita de esta pedagogía y que entienda que hay
que ser muy metódico, no ser imprudente, tener un plan y seguirlo.
Voy a realizar próximamente algunas
entradas sobre este tema, más específicos. Hablaré sobre los puntos que
podemos controlar sobre el entrenamiento, cómo medir, cómo progresar, cómo elegir
la intensidad. Establecer unas bases sencillas que nuestro paciente fácilmente asumirá,
si sabemos transmitir la importancia de seguir una metodología que no les lleve
al colapso. Y esto no es hacer el
trabajo de otros, esto es establecer unas bases de conocimiento mínimas para
que el paciente no vuelva a recaer y vuelva a la normalidad e incluso disfrute
todavía más de lo que hace.
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