Cuando empecé la carrera no tenía
ninguna idea establecida sobre las diferentes terapias utilizadas. Uso ese
recuerdo de mi persona para entender qué piensa una persona o puede llegar a
pensar sobre las diferentes terapias. Aquí no voy a nombrar ninguna en concreto, pero sí voy a
desglosar algunos de los puntos que les hacen triunfar y hacen que las personas
tomen la decisión de utilizarlas. Además, daré unos puntos clave para que la
gente ajena a las profesiones sanitarias pueda tener herramientas sencillas
para identificar terapias poco rigurosas. He de advertir desde el principio que
esto es un artículo de opinión, donde dejo pensamientos personales.
En primer lugar a la gente
normalmente le da igual muchas de las cuestiones que a los fisioterapeutas, que
nos informamos/basamos en la evidencia, nos importa. La gran mayoría de los
pacientes no se plantean las bases
científicas de una terapia, donde se apoye los razonamientos teóricos que sustenten al menos su plausibilidad (fisiología, anatomía, biomecánica).
Los pacientes suelen atender a dos factores importantes:
1. Que le
funcione a él, los datos no le importan. Una vez le ha funcionado, su
cerebro está hermetizado, por suerte no de forma impenetrable, pero de esto
hablaremos más adelante.
2. Que exista
un razonamiento lógico. Tiene que haber en la explicación algún tipo de razonamiento lógico que haga que su
cerebro admita que hay una coherencia en los planteamientos del terapeuta. El
problema en estos procesos de lógica, sin un conocimiento mínimo de ciencias de
la salud, es la facilidad de tomar decisiones sin un pensamiento crítico y la
facilidad de no tener la capacidad de discernir cuándo algo está siendo
improvisado o directamente no tiene ninguna
base.
Los pacientes normalmente no saben nada de lo
que hacemos y es nuestro deber
informarles y educarles con datos
rigurosos y avalados científicamente. Debemos utilizar términos que pueda entender cualquier compañero de la profesión y/u
otro profesional de la salud. Esto es el idioma de las ciencias de la salud
que, como implica en el término, se basa en conocimientos científicos y, pese a
las jergas propias de cada profesión, no significa que no pueda haber
entendimiento. Si cada profesional
hablamos “idiomas” diferentes el paciente va a terminar desorientado.
El primer factor y más importante, “que
funcione”, es el más peligroso para el paciente. Cuando viene un paciente y
nos dice que ha ido a un lugar donde le han practicado tal terapia, la cual tú
sabes que no tiene ninguna validez, por no tener una base dentro de los
conocimientos de las ciencias de la salud, no debemos empezar atacando o
diciéndole que la mejora que ha experimentado no ha sido producida por la
terapia. Probablemente en esta persona ha funcionado y antes de que penséis que
me he ido al lado oscuro permitidme explicarme.
Debemos manejar algunos términos que nos hará
comprender por qué en un número nada desdeñable de ocasiones, tratamientos que
no tienen ninguna evidencia, funcionan. Muchas de estas terapias, realmente
inciden sobre tejidos como la piel, articulaciones, músculos o nervios que
están rodeadas de receptores, estos receptores al ser estimulados producen cambios neurofisiológicos a nivel periférico
y central. Estos cambios se traducen en una reducción del dolor y de las
respuestas ante estímulos externos e internos.
El efecto placebo es una reacción o fenómeno implícito en el acto
terapéutico. Cuando una persona recibe cualquier terapia, sin poder
controlarlo, experimenta una mejora en mayor o menor medida. Esto no es algo
malo y se tiene que sacar el máximo rendimiento. Cualquier terapeuta debe tener
claro que el grado del efecto placebo puede ser mayor o menor en función de
muchos factores. ¿Qué hace que el efecto placebo tenga mayor o menor efecto? la
respuesta puede ser larga pero podemos resumirla en algunos aspectos
importantes, las expectativas del pacientes (que piensa de la técnicas, del
terapeuta, de su patología, etc.), de la capacidad comunicativa del
fisioterapeuta, el modo en que se realiza las técnicas terapéuticas, aspectos
culturales del pacientes y creencias. Lo más interesante es que no es necesario
que esté desinformado de este proceso, de hecho, el efecto placebo, en su
mayoría se produce de forma inconsciente, es decir, por mucho que te informen
que estás tomando una pastilla de azúcar, el acto de llevarte a la boca una
pastilla produce una mejora.
Otro aspecto importante es que
las personas normalmente se curan solas. A los pacientes se les va el dolor en
algún momento dado sin que nadie haga nada, es lo que llamamos historia natural. En algún momento la
mayoría de las personas sanan por mecanismos internos, esto nos “afecta” a
todos los terapeutas. Tenemos que
demostrar que hemos servido de algo y no pensar que somos grades
fisioterapeutas porque el paciente está mejor después de unas cuantas sesiones. Nunca
debemos creer que hemos sido eficaces, debemos demostrarlo.
En el segundo factor, retomando los dos factores que considero clave para
que una persona considere valida una terapia, muchas veces imprescindible para
que el primero se dé pero no totalmente necesario, es la lógica. La lógica es muy fácil de encontrarla cuando ni conoces
ni te importa lo más mínimo el tema. Si una terapia lleva siglos, o miles de
años en funcionamiento tiene que funcionar de alguna manera, “tiene que haber algo más que la ciencia no
sabe explicar”. Además si a otras
personas les ha funcionado, es lógico que me funcione a mí.
Cuando hablamos de las bases de
una terapia, nos referimos a qué explicación se les da para justificar lo que
hacen. Aquí hay algunos niveles que
pasan por el de ninguna base científica, es decir, basados en términos y
supuestos teóricos indemostrables por la simple inviabilidad biológica y
física. Lo que defienden es una cuestión de absoluta fe. Y en el otro extremo están
los que tienen una base científica, basada en aspectos fisiológicos, anatómicos,
biomecánicos plausibles. En este último puede o no estar demostrada su utilidad
clínica pero al menos utilizan un idioma común llamado ciencias de la salud en
el que nos podemos comunicar sin quedarnos con la cara pálida.
Para que un paciente identifique con
rigurosidad una terapia tiene que tener claro por lo menos dos aspectos
importantes:
- Para ser tratado de alguna patología o dolencia tienes que acudir a un profesional de la salud. Por desgracia esto no impide que el individuo en cuestión realice tratamientos adecuados. Pero con esta sencilla decisión ya te has quitado de un plumazo a una infinidad de personajes que pueden llegar, sin ellos quererlo, a ser peligrosos para tu salud. Ya que desconocer, por ejemplo, cuándo puedes tratar a alguien o no, cuándo tienes que derivarlo, no tener los conocimientos necesarios para saber la fase, el grado de la lesión o la propia identificación de una patología puede ser peligroso para el paciente.
- En el caso de no haber tomado la decisión de ir a un profesional de la salud (persona con título universitario que acredita los conocimientos básicos para ejercer su profesión) debes de reconocer un aspecto clave. Si dice que “la medicina occidental está muy limitada” o que “la ciencia no puede demostrarlo todo, hay algo más allá” ello implica que ha tomado la decisión de ir por otro camino que no sea el de intentar demostrar de forma objetiva lo que hace y su repercusión. Actúa por que supone que su terapia responde a esas cuestiones y por lo tanto su tratamiento se sustenta en un acto de fe. Suelen demonizar a los medicamentos y contarte que hay conspiraciones entre farmacéuticas, gobiernos, etc.
- Normalmente la terapia que utilizan sirve para todas las dolencias, enfermedades independientemente de todo factor. Suelen ser terapias multiuso. Esto es muy sospechoso.
Desgraciadamente tener un título
universitario no implica buenas praxis. De hecho no para de salir cursos de
formación de terapias cuya reputación está en entredicho. Es lógico que los
pacientes si ven que funciona algo caigan en utilizarlo pero un profesional de
la salud que ha decidido libremente estudiar una carrera universitaria, de
alguna manera con ese acto se compromete a basarse en los conocimientos que
existen en las ciencias de las salud y en los métodos que se utilizan para
explicar y mejorar nuestros actos terapéuticos. No podemos basarnos en actos de
fe. En fisioterapia es difícil demostrar con un nivel alto de evidencia
nuestras aplicaciones terapéuticas. Por ello es más coherente utilizar el
término informarnos en la evidencia y también utilizar, como no, la experiencia
clínica. Muy importante. Pero repito es imprescindible que nos basemos, en este
punto sí, en la evidencia científica como base de los procedimientos
terapéuticos. Otra cosa es si después tienen más o menos repercusión en según
qué persona pero eso es otro tema.
La clave en este aspecto es la educación
del paciente. Hay que saber responder a las preguntas; ¿Por qué funcionan estas
terapias? ¿Cuál es el mecanismo de funcionamiento? ¿Por qué es peligroso para
su salud? Hacerle comprender por qué es importante que su terapia esté enfocada
a los procesos y mecanismos que producen los síntomas basandose en la evidencia. Actualmente,
gracias a la neurociencia y los avances en fisiología del dolor podemos dar
respuesta a estas preguntas. Producimos cambios neurofisiológicos con nuestras
movilizaciones, cambios mecánicos (por supuesto), inhibimos mecanismos que
desencadenan el dolor bloqueándolos, modificamos sustancias mediadoras de la
inflamación y el dolor, tenemos influencias positivas en la reparación tisular.
Todos estos aspectos pueden producirlos otras terapias mediante acciones
mecánicas, ya sea estimulando la piel, movilizando articulaciones, etc. Pero lo
importante no es el resultado sino cómo se ha llegado y bajo qué contexto a la
resolución del problema. Hay un ejemplo que la gente parece que esté entendiendo poco a poco
aplicado al mundo de la nutrición. La gente está comprendiendo que las dietas
milagro no son saludables, lo entienden y las rechazan (no tanto como gustaría)
pese a que efectivamente pierden peso si lo aplican. De alguna manera es lo que
quiero reflejar.
La educación, la explicación
de los procesos que han producido la mejora en los síntomas es la mejor manera
de que el paciente comprenda que cualquier terapia puede producir cambios beneficiosos
(o no beneficiosos). Aunque esté descontextualizado y pese a no incidir en el
verdadero foco del problema, en el caso de que lo haya. Pero no todos los “métodos
terapéuticos” pueden detectar problemas graves de salud, pueden decirte lo que
te pasa realmente, puede enfocar el tratamiento de una forma específica a cada
patología o paciente, identificar el componente dañado, o la entidad patológica,
comprender los procesos y mecanismos sintomáticos. Es nuestro deber educar para intentar que los pacientes que ya han
recurrido a estas prácticas no lleguen a manos de mentes no cualificadas.
Muy cierto lo que dices y muy bien enfocado el problema. Si algo funciona y encima tiene un razonamiento lógico parece que vale ya, no ha de estudiarse ni nada. Deberíamos ser más "ignorantes" a veces y preguntarnos el por qué de las cosas antes de hacer razonamientos lógicos que se nos ocurran. Un saludo.
ResponderEliminarUtilizan la ignorancia de la gente. Todo lo que le digamos mueven la cabeza con los ojos abiertos, como diciendo "este tío sabe una barbaridad". Si cada uno dice una cosa y si además hablamos de cosas que el conocimiento científico ha reconocido como totalmente improbable creamos confusión. Si ya en la ecuación de estas terapias colocamos a un terapeuta que ni tiene los conocimientos básicos (no titulado) sobre semiología, patología, anatomía, fisiología... tenemos una bomba que parece inocua pero en algunas ocasiones puede resultar peligrosa, y sobretodo crea una confusión y una empanada mental al paciente.
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