viernes, 22 de noviembre de 2013

¿Funcionar es suficiente?


 


     Cuando empecé la carrera no tenía ninguna idea establecida sobre las diferentes terapias utilizadas. Uso ese recuerdo de mi persona para entender qué piensa una persona o puede llegar a pensar sobre las diferentes terapias. Aquí no voy  a nombrar ninguna en concreto, pero sí voy a desglosar algunos de los puntos que les hacen triunfar y hacen que las personas tomen la decisión de utilizarlas. Además, daré unos puntos clave para que la gente ajena a las profesiones sanitarias pueda tener herramientas sencillas para identificar terapias poco rigurosas. He de advertir desde el principio que esto es un artículo de opinión, donde dejo pensamientos personales. 

En primer lugar a la gente normalmente le da igual muchas de las cuestiones que a los fisioterapeutas, que nos informamos/basamos en la evidencia, nos importa. La gran mayoría de los pacientes no se plantean las bases científicas de una terapia, donde se apoye los razonamientos teóricos que sustenten al menos su plausibilidad (fisiología, anatomía, biomecánica).
Los pacientes suelen atender a dos factores importantes: 
1.     Que le funcione a él, los datos no le importan. Una vez le ha funcionado, su cerebro está hermetizado, por suerte no de forma impenetrable, pero de esto hablaremos más adelante.
2.   Que exista un razonamiento lógico. Tiene que haber en la explicación algún tipo de razonamiento lógico que haga que su cerebro admita que hay una coherencia en los planteamientos del terapeuta. El problema en estos procesos de lógica, sin un conocimiento mínimo de ciencias de la salud, es la facilidad de tomar decisiones sin un pensamiento crítico y la facilidad de no tener la capacidad de discernir cuándo algo está siendo improvisado o directamente no tiene ninguna  base.

 Los pacientes normalmente no saben nada de lo que hacemos y es nuestro deber informarles y educarles con datos rigurosos y avalados científicamente. Debemos utilizar términos que pueda entender cualquier compañero de la profesión y/u otro profesional de la salud. Esto es el idioma de las ciencias de la salud que, como implica en el término, se basa en conocimientos científicos y, pese a las jergas propias de cada profesión, no significa que no pueda haber entendimiento.  Si cada profesional hablamos “idiomas” diferentes el paciente va a terminar desorientado. 

El primer factor y más importante, “que funcione”, es el más peligroso para el paciente. Cuando viene un paciente y nos dice que ha ido a un lugar donde le han practicado tal terapia, la cual tú sabes que no tiene ninguna validez, por no tener una base dentro de los conocimientos de las ciencias de la salud, no debemos empezar atacando o diciéndole que la mejora que ha experimentado no ha sido producida por la terapia. Probablemente en esta persona ha funcionado y antes de que penséis que me he ido al lado oscuro permitidme explicarme.

 Debemos manejar algunos términos que nos hará comprender por qué en un número nada desdeñable de ocasiones, tratamientos que no tienen ninguna evidencia, funcionan. Muchas de estas terapias, realmente inciden sobre tejidos como la piel, articulaciones, músculos o nervios que están rodeadas de receptores, estos receptores al ser estimulados producen cambios neurofisiológicos a nivel periférico y central. Estos cambios se traducen en una reducción del dolor y de las respuestas ante estímulos externos e internos. 

El efecto placebo es una reacción o fenómeno implícito en el acto terapéutico. Cuando una persona recibe cualquier terapia, sin poder controlarlo, experimenta una mejora en mayor o menor medida. Esto no es algo malo y se tiene que sacar el máximo rendimiento. Cualquier terapeuta debe tener claro que el grado del efecto placebo puede ser mayor o menor en función de muchos factores. ¿Qué hace que el efecto placebo tenga mayor o menor efecto? la respuesta puede ser larga pero podemos resumirla en algunos aspectos importantes, las expectativas del pacientes (que piensa de la técnicas, del terapeuta, de su patología, etc.), de la capacidad comunicativa del fisioterapeuta, el modo en que se realiza las técnicas terapéuticas, aspectos culturales del pacientes y creencias. Lo más interesante es que no es necesario que esté desinformado de este proceso, de hecho, el efecto placebo, en su mayoría se produce de forma inconsciente, es decir, por mucho que te informen que estás tomando una pastilla de azúcar, el acto de llevarte a la boca una pastilla produce una mejora. 

Otro aspecto importante es que las personas normalmente se curan solas. A los pacientes se les va el dolor en algún momento dado sin que nadie haga nada, es lo que llamamos historia natural. En algún momento la mayoría de las personas sanan por mecanismos internos, esto nos “afecta” a todos los terapeutas. Tenemos que demostrar que hemos servido de algo y no pensar que somos grades fisioterapeutas porque el paciente está mejor después de unas cuantas  sesiones. Nunca debemos creer que hemos sido eficaces, debemos demostrarlo

En el segundo factor, retomando los dos factores que considero clave para que una persona considere valida una terapia, muchas veces imprescindible para que el primero se dé pero no totalmente necesario, es la lógica. La lógica es muy fácil de encontrarla cuando ni conoces ni te importa lo más mínimo el tema. Si una terapia lleva siglos, o miles de años en funcionamiento tiene que funcionar de alguna manera, “tiene que haber algo más que la ciencia no sabe explicar”. Además si a otras personas les ha funcionado, es lógico que me funcione a mí

Cuando hablamos de las bases de una terapia, nos referimos a qué explicación se les da para justificar lo que hacen.  Aquí hay algunos niveles que pasan por el de ninguna base científica, es decir, basados en términos y supuestos teóricos indemostrables por la simple inviabilidad biológica y física. Lo que defienden es una cuestión de absoluta fe. Y en el otro extremo están los que tienen una base científica, basada en aspectos fisiológicos, anatómicos, biomecánicos plausibles. En este último puede o no estar demostrada su utilidad clínica pero al menos utilizan un idioma común llamado ciencias de la salud en el que nos podemos comunicar sin quedarnos con la cara pálida. 

Para que un paciente identifique con rigurosidad una terapia tiene que tener claro por lo menos dos aspectos importantes:
  1. Para ser tratado de alguna patología o dolencia tienes que acudir a un profesional de la salud. Por desgracia esto no impide que el individuo en cuestión realice tratamientos adecuados. Pero con esta sencilla decisión ya te has quitado de un plumazo a una infinidad de personajes que pueden llegar, sin ellos quererlo, a ser peligrosos para tu salud. Ya que desconocer, por ejemplo, cuándo puedes tratar a alguien o no, cuándo  tienes que derivarlo, no tener los conocimientos necesarios para saber la fase, el grado de la lesión o la propia identificación de una patología puede ser peligroso para el paciente.     
  2.   En el caso de no haber tomado la decisión de ir a un profesional de la salud (persona con título universitario que acredita los conocimientos básicos para ejercer su profesión) debes de reconocer un aspecto clave. Si dice que “la medicina occidental está muy limitada” o que “la ciencia no puede demostrarlo todo, hay algo más allá” ello implica que ha tomado la decisión de ir por otro camino que no sea el de intentar demostrar de forma objetiva lo que hace y su repercusión. Actúa por que supone que su terapia responde a esas cuestiones y por lo tanto su tratamiento se sustenta en un acto de fe. Suelen demonizar a los medicamentos y contarte que hay conspiraciones entre farmacéuticas, gobiernos, etc.
  3.  Normalmente la terapia que utilizan sirve para todas las dolencias, enfermedades independientemente de todo factor. Suelen ser terapias multiuso. Esto es muy sospechoso.

Desgraciadamente tener un título universitario no implica buenas praxis. De hecho no para de salir cursos de formación de terapias cuya reputación está en entredicho. Es lógico que los pacientes si ven que funciona algo caigan en utilizarlo pero un profesional de la salud que ha decidido libremente estudiar una carrera universitaria, de alguna manera con ese acto se compromete a basarse en los conocimientos que existen en las ciencias de las salud y en los métodos que se utilizan para explicar y mejorar nuestros actos terapéuticos. No podemos basarnos en actos de fe. En fisioterapia es difícil demostrar con un nivel alto de evidencia nuestras aplicaciones terapéuticas. Por ello es más coherente utilizar el término informarnos en la evidencia y también utilizar, como no, la experiencia clínica. Muy importante. Pero repito es imprescindible que nos basemos, en este punto sí, en la evidencia científica como base de los procedimientos terapéuticos. Otra cosa es si después tienen más o menos repercusión en según qué persona pero eso es otro tema.

La clave en este aspecto es la educación del paciente. Hay que saber responder a las preguntas; ¿Por qué funcionan estas terapias? ¿Cuál es el mecanismo de funcionamiento? ¿Por qué es peligroso para su salud? Hacerle comprender por qué es importante que su terapia esté enfocada a los procesos y mecanismos que producen los síntomas basandose en la evidencia. Actualmente, gracias a la neurociencia y los avances en fisiología del dolor podemos dar respuesta a estas preguntas. Producimos cambios neurofisiológicos con nuestras movilizaciones, cambios mecánicos (por supuesto), inhibimos mecanismos que desencadenan el dolor bloqueándolos, modificamos sustancias mediadoras de la inflamación y el dolor, tenemos influencias positivas en la reparación tisular. Todos estos aspectos pueden producirlos otras terapias mediante acciones mecánicas, ya sea estimulando la piel, movilizando articulaciones, etc. Pero lo importante no es el resultado sino cómo se ha llegado y bajo qué contexto a la resolución del problema. Hay un ejemplo que la gente  parece que esté entendiendo poco a poco aplicado al mundo de la nutrición. La gente está comprendiendo que las dietas milagro no son saludables, lo entienden y las rechazan (no tanto como gustaría) pese a que efectivamente pierden peso si lo aplican. De alguna manera es lo que quiero reflejar. 

La educación, la explicación de los procesos que han producido la mejora en los síntomas es la mejor manera de que el paciente comprenda que cualquier terapia puede producir cambios beneficiosos (o no beneficiosos). Aunque esté descontextualizado y pese a no incidir en el verdadero foco del problema, en el caso de que lo haya. Pero no todos los “métodos terapéuticos” pueden detectar problemas graves de salud, pueden decirte lo que te pasa realmente, puede enfocar el tratamiento de una forma específica a cada patología o paciente, identificar el componente dañado, o la entidad patológica, comprender los procesos y mecanismos  sintomáticos. Es nuestro deber educar para intentar que los pacientes que ya han recurrido a estas prácticas no lleguen a manos de mentes no cualificadas.

2 comentarios:

  1. Muy cierto lo que dices y muy bien enfocado el problema. Si algo funciona y encima tiene un razonamiento lógico parece que vale ya, no ha de estudiarse ni nada. Deberíamos ser más "ignorantes" a veces y preguntarnos el por qué de las cosas antes de hacer razonamientos lógicos que se nos ocurran. Un saludo.

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  2. Utilizan la ignorancia de la gente. Todo lo que le digamos mueven la cabeza con los ojos abiertos, como diciendo "este tío sabe una barbaridad". Si cada uno dice una cosa y si además hablamos de cosas que el conocimiento científico ha reconocido como totalmente improbable creamos confusión. Si ya en la ecuación de estas terapias colocamos a un terapeuta que ni tiene los conocimientos básicos (no titulado) sobre semiología, patología, anatomía, fisiología... tenemos una bomba que parece inocua pero en algunas ocasiones puede resultar peligrosa, y sobretodo crea una confusión y una empanada mental al paciente.

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